domingo, 3 de noviembre de 2019

Entrando en Camerún

Mi plan de viaje, en este momento, tiene que cambiar casi por obligación.
En principio mi intención era cruzar las fronteras más al Norte, entre N'Djamena (Chad) y Kousseri (Camerún), y circular dirección Sur hasta el Parque Nacional Waza para pasar varios día observando la vida animal en su interior, continuar luego hacia Mora, una localidad ideal para realizar varias excursiones interesantes por los alrededores y llegar a los Montes Mandara visitando una serie de aldeas tradicionales, concluyendo en Maroua como primera parte del viaje por el Extremo Norte de Camerún.
Pero sucede que ha habido un contratiempo. Unos consejos, no sé si realmente acertados o no, por parte de varios guías locales me han hecho reconsiderar la situación. Parece ser que viajar estos días yo solo por la carretera que atraviesa el P.N. Waza no es lo más conveniente ya que continúa siendo "Zona Roja" para turistas (es decir, máximo peligro) pues por ahí han secuestrado a extranjeros hace no mucho tiempo y algunos delincuentes suelen robar portando armas. Por otro lado, al llegar a los controles de carretera sin un equipo de seguridad que me escolte, podría ser retenido. Una serie de inconvenientes que me han hecho reflexionar seriamente mis primeras intenciones.
Por lo tanto, tras pensarlo detenidamente he tenido que cambiar el plan de viaje y bajar dirección S. por la carretera chadiana hasta el siguiente paso fronterizo Bongor-Yagoua, casi a la misma altura que Maroua, para desde esta ciudad continuar el viaje por Camerún.
Gracias a la hermana Augustine, directora del Centro religioso, que me ayudó a contactar con un MotoTaxi conocido para que me llevara a las 5 de la mañana a la estación de transporte que va dirección S. pude salir de N'Djamena en una guagua en buenas condiciones. Además del pésimo estado de las carreteras por la que hemos ido circulando,  siete controles policiales y consiguientes registros en diferentes libros y un examen exhaustivo del contenido de mis dos mochilas, tuve que esperar más de dos horas a que se llenase la canoa que atraviesa el río que separa las fronteras de los dos países. Tras una lenta travesía de casi 8kms., con otro registro en mitad del río (todos los pasajeros pagaron cuasi extorsionados 500Cfa. excepto yo que me negué rotundamente), finalmente pude alcanzar la orilla de Camerún a las 3 de la tarde.
Aquí también hay que pasar otros tres registros, pero sólo me pidió dinero una policía al inscribirme en su libro, y que también me negué a pagar.
Absolutamente en todos los controles me pidieron un "algo" (para te, café, comer, regalo...) pero ya estoy convencido que no voy a pagar sobornos a ningún agente en los controles, con la excusa inventada de que sus embajadas me han pedido encarecidamente "no dar absolutamente nada a los agentes "pedigüeños", por mera cuestión de corrupción". Hasta ahora todos han tragado, no sin antes haberlo luchado durante un tiempo con malas caras de algunos de ellos. Cuestión de astucia!.
Como ya había perdido demasiadas horas de viaje me he quedado a pasar la tarde y noche en Yagoua, en un motel barato cerca de la estación de transporte Danay Express, y así aprovechar el resto de la tarde para descansar y tomarme unas cervezas en una terraza dentro del mercado porque me comentaron que llegar a Moroua, mi siguiente destino, duraría cerca de 5h., y no quería llegar bien entrada la noche.
Yagoua es un pueblo de frontera bastante sucio y polucionado por la polvareda que viene de todo lo removido de las vías por los vehículos que van pasando y por las rachas de viento.
El mercado está muy mal tratado y es igualmente muy sucio. Las tiendas, cochambrosas y decadentes, venden prácticamente de todo. Hay puestos nocturnos de comida y muchas barbacoas de carne de cabra y pescado que llena su calle principal de humo y de intensos olores a comida. Cené en uno de ellos mientras observaba los últimos movimientos de los habitantes con las compras ya realizadas regresando a sus hogares en vehículos de transporte público. Son muy educados y amable pero es una ciudad conveniente sólo para pasar la noche y continuar el viaje al día siguiente.
A las 7:30 de la mañana salimos con dirección N. hacia Maroua en un apretadísimo mini-bus de la compañía Danay ExpressEn total, 4h. de carreteras, entre regular y malísima por la cantidad de agujeros que íbamos esquivando, y dos controles policiales que nos han hecho descender a todos para identificarnos.
Me quedo en el hotel Feti (11.000Cfa./cama doble, baño, tv y climatizado) en una avenida donde vuela todo el día la polvareda acumulada, que viene de las calles de tierra, al paso de los vehículos. Muchos motoristas van con mascarillas para no respirar tanta contaminación, porque las demás calles están en el mismo estado. Es la segunda más grande del N. del país y es feísima, desde la desvencijada zona comercial del Grand Marché hasta su periferia.
He venido hasta aquí para recorrer el N.O. del país pero como no me garantizan que me permitan ir yo solo por esa zona -a muy pocos kilómetros de Nigeria y que aún no es segura-, he tenido que contactar con un guía de esta ciudad con vehículo para poder visitar durante varios días la parte que corresponde a Rhumsiki - Montes Mandara - Oudjilla.
Lo encontré informándome en el hotel Relais Porte Mayo, un establecimiento bien cuidado, no muy lejos del mío, que lo lleva un ciudadano francés. Y se nota la diferencia en calidad y limpieza.
Esta vez ha sido menos caro que la anterior excursión porque no es necesaria tanta organización.
A las 8 de la mañana Augustin, el guía, pasó a recogerme al hotel con Ousman, quien sería nuestro chófer particular, en una ranchera 4x4 Land cruiser Mitsubishi, algo vieja pero en buen estado, para acudir primeramente al hotel Relais Porte Mayo a dejar mi mochila grande en consigna y así evitar viajar estos tres días con ella. Así mismo, aprovecho para pasar la noche de vuelta en este bonito hotel compuesto de una serie de boukarous (chozas redondas) en medio de un decente jardín mas o menos bien cuidado. 
Seguidamente tomamos rumbo Oeste hacia las Montañas Mandara, muy cerca de Nigeria, donde íbamos a desarrollar los dos primeros días.
La primera parada la hicimos en Mokolo, centro de comercio y capital de la comunidad Mafa, tras 2h. de trayecto/75Kms., a través de una carretera asfaltada con muchos baches y bastante deteriorada, para abastecernos de productos frescos para las comidas de los días que íbamos a pasar en la montaña.
A partir de aquí la carretera pasa a ser de tierra y piedras, convirtiéndose en un insoportable, o imposible, recorrido para cualquier vehículo que no sea 4x4. Si acaso las motos circulan mucho mejor. Los enormes agujeros producidos por la presión de los grandes camiones sobre la carretera de tierra durante el tiempo de lluvias (hace ya más de un mes), entre ellos los de cajas de cervezas (por aquí también se bebe mucho!), hace casi imposible atravesarla sin incómodos "sobre-saltos", provocando una muy ralentizada conducción. Sin embargo, las vistas sobre la cadena montañosa Mandara, que atraviesa desde Garoua -el N. de Camerún-, hasta Nigeria son maravillosas: enormes picos basálticos salteados entre un asombroso verdor para tratarse de esta zona N. del país, y cadenas montañosas graníticas, pequeñas comunidades de viviendas de adobe y piedras con techos cónicos de rafia, otros de metal corrugados, que más bien parecen fortalezas situadas dentro de altos muros rodeados de sus pequeñas plantaciones de sorgo, maíz, millet, cacahuetes, enormes acacias, palmeras, laderas cultivadas en terrazas... Sus habitantes pertenecen a la comunidad Kapsiki (Mafa o Margui) dedicados a la recolección. Dicen que más de 30 etnias diferentes habitan la zona manteniendo aún sus costumbres independientemente a los cambios que han ido sucediendo en la planicie islamizada
Tras tres angustiosas horas/55Kms., llegamos a Rhumsiki, situado en la profundidad de los montes que más recuerda a un escenario lunar por sus elongados e imponentes picos volcánicos, agujas basálticas, valles y altos montes.
Me quedé a pasar la primera noche en el Campamento Rhumsiki, justo en la entrada de este pueblo que años atrás fue el más turístico de esta parte del país pero ahora ha quedado limitado a los pocos aventureros que hasta aquí se atreven a venir debido a las intermitentes incursiones de Boko Haram y los secuestros que realizaron a extranjeros no hace mucho tiempo. Grupos de bandidos también desarrollaron sus faenas por el N. del país.
Una visita al atardecer por los alrededores del pueblo, ver la puesta del sol que aquí es muy bonita y la inevitable visita a su famoso adivino tradicional (le viene heredado de familia), que con su cangrejo "revoltoso" tiene su peculiar manera de adelantarse al futuro: dentro de una vasija de barro con arena alinea una serie de trozos de madera, arcilla y calabaza, echa agua de la gran vasija donde tiene guardado su cangrejo de río, lo coge, le hace la pregunta, le escupe y lo introduce entre los elementos anteriores. Lo tapa y durante un rato, deja que éste remueva los objetos, lo destapa, observa como ha quedado esparcido todo, y lo traduce (!).
De esta manera auguró mi buen final de viaje, mi buena salud y la parejita de niños que voy a tener con mi futura mujer (!!). ...adivino nooo!
Creo que es lo mismo que les dice a todos los viajeros que le han preguntado!.
Finalmente una vuelta anocheciendo por las calles de tierra que comienzan a oler a leña al fuego observando a la gente terminar de empacar sus productos del campo o haciendo cola en las moliendas de viejas maquinarias de gasoil que, con un ensordecedor ruido, se localizan repartidos en varios habitáculos de las callejuelas. Otros residentes sentados frente a los fuegos que calientan los calderos donde bulle el vino local esperaban a beberlo en un cazo hecho de media calabaza seca. Los pequeños motores eléctricos de algunas tiendas comienzaban también a arrancar porque no hay electricidad y sólo para encender unas pocas luces de interior..., da una estupenda idea sobre la manera de vivir de esta gente de la montaña.
En su momento hubo corriente eléctrica en todo el pueblo pero se vieron obligados a cortarla para no facilitar las incursiones de Boko, y hasta el momento no la han vuelto a reponer.
Me ha llamado la atención lo bien alimentados que están todos. Aquí nadie está parado. Todos colaboran con sus familias en las tareas del campo o en trabajos grupal limpiando y moliendo los granos para luego introducirlo en sacos. Los asnos facilitan los desplazamientos en esta zona del país. Las cabras y las vacas de grandes cornamentas dan la leche y la carne diaria.
Dormir en el campamento es una gozada. Aunque solo hay electricidad al anochecer no hace falta poner el aire acondicionado ni el ventilador. El sonido de fondo de las aves e insectos que pululan cerca es encantador.
El siguiente día fuimos al mercado de Wila, una pequeña comunidad cercana que ése era su día del mercadeo, un lugar de reunión, mas bien masculina, durante la mañana mientras esperan la llegada de las mujeres por la tarde tras realizar las labores del campo, todas cargando sus productos para comenzar plenamente la acción. Hay habitáculos que hacen de tiendas de víveres, otra de productos farmacéuticos que compiten con los vendedores ambulantes que también venden medicinas pero de dudosa conservación, por eso son más baratas y de mejor acceso a la gente de escasos recursos, puestos de ventas de productos chinos en general para casa, varias barbacoas de carne de cabra o de vaca con su zona bajo sombra para comer sobre alfombras de estera, y el ineludible local de encuentro de las bebidas locales como el bili-bili (vino del maíz rojo) o el blanco, algo menos dulce y poco amargo. También de cerveza o refrescos, pero a temperatura ambiente.
Al atardecer, con menos calor, y cuando más movimiento había en el mercado, marchamos por un sendero atravesando diversos conjuntos de viviendas tradicionales de adobe compuestos de patio central y varios habitáculos para la cocina y graneros (según sea de grande la familia, y sus plantaciones principalmente de sorgo, maiz y millet, hasta la casa del jefe de la comunidad de Rufta a pasar la tarde y la noche en su casa.
Ya oscureciendo, mientras preparaban pasta y pollo de campo en salsa para cenar, me entretuve charlando en el hall de entrada con sus hijos acerca de sus vidas consagradas plenamente al trabajo de campo y de casa. Ellas no sólo cargan lo recolectado, sino también leña, cubos de agua desde los pozos cercanos, cuidan de los pequeños.... Las niñas cargan agua y los niños manejan el ganado, siempre después de clase. Hay muchos colegios con lo cual la escolarización en Camerún es muy alta.
El jefe me dejó preparado en el salón de su casa un colchón para pasar la noche como parte de esta experiencia familiar. Le ofrecí 5.000Cfa. por su predisposición que aceptó muy alegremente. Parece ser que ayuda con muchos recursos a los menos favorecidos de su comunidad.
La vuelta a Rhumsiki la realizamos también por senderos que atraviesan los cultivos familiares observando cómo realizan sus cotidianas labores de recogida de millet blanco y el rojo, los cacahuetes en racimos, como secan el mijo...., hasta el campamento para regresar a Maroua.
Nuevamente, en la tortuosa carretera volviendo a soportar los continuos baches, agujeros y mucha polvareda no nos dio tiempo de llegar a Oudjilla y tuvimos que dejar la visita para el día siguiente. Y nos vino de maravilla porque de paso aprovecharíamos que por ser domingo, día de mercado en Mora, poder observar el vibrante movimiento y la colorida mezcla de las comunidades de toda la región que hasta allí se acercan a vender sus mercancías y para abastecerse de otros productos: mujeres Fulas (o Peul), Wandala o Shuas, los Podokos, Mofous o Guizica que habitan en la montaña, vistiendo con coloridos atuendos. 
Cientos de puestos ordenados en el recinto principal y más aún de gente sentadas en el suelo vendiendo sobre paños y plásticos los pocos productos con lo que pueden negociar de sus plantaciones de te, mangos, tubérculos, leche de cabra, manteca, crema de cacahuete, miel, pescado seco, millo, arroz, pan, leña...
Como todos los mercados de estilo saheliano, el calor imperante marca las pautas y es al atardecer cuando mayor afluencia de gente se observa llegar. Algo más allá se encuentra el mercado de los animales donde predomina, las cabras y las vacas y bueyes cornudos.
Nuevamente en carretera continuamos hacia los montes cercanos donde habitan mayoritariamente los Podokos en grupos de unas pocas cabañas de arquitectura ancestral encubiertos entre muros de piedras o de adobe, techo cónico de rafia -aunque la mayoría ya tienen los tejados de metal corrugado, que es más barato porque pasan años para que se estropeen y la rafia sólo dura dos o tres años y hay que cambiarla- atravesado por unos pocos arroyos que se secan en la estación seca y rodeados de cultivos en terrazas.
La "Chefferie de Oudjilla" (o Casa del Jefe de Oudjilla) se encuentra a 15Kms. de Mora y a 572mts. sobre un monte que domina todo el valle y los grupos de chozas del poblado. La mayoría de ellas son de la misma familia. 
Desgraciadamente el Chef (jefe) Mozogo Douaka murió con 105 años hace varios años, y no pude conocerlo, dejando 50 viudas (una falleció también hace algún tiempo) y 112 hijos y nietos.
La disposición del recinto es muy particular:
el Chef tiene una entrada principal, en la parte de atrás se encuentra su vivienda, una cabaña donde se encuentra la sala de la corte habitual. Una segunda entrada da hacia un habitáculo central donde se encuentra una cama sobre un pedestal de piedras (debajo está enterrado su cuerpo), otro para diferentes vasijas que recuerdan a los jefes anteriores, una sala para la oración, otra completamente oscura del buey sagrado, en un patio interior tantas cabañas de adobe con techos cónicos de rafia para dormir, para las cocinas y graneros como esposas (los hijos no independizados también tienen un espacio allí). La cabaña de la primera mujer está retirada de la de las otras esposas. 
Por encima de los Chef se encuentra una especie de rey que los gobierna y encima de éste se encuentra el Laminado.
Por debajo están sus consejeros, asesores, guardias, policías, comandantes, jueces... formando parte de su séquito. Toda esta estructura social y administrativa aún se conserva, aunque los ayuntamientos locales ya realizan estas labores.
En el punto más alto del recinto se encuentra el mirador donde se reúnen al atardecer la familia. Tiene unas perfectas vistas hacia la cordillera ofreciendo un hermoso paisaje y una vista pintoresca sobre los diferentes conjuntos de chozas. 
Hay que pagar un derecho de visita guiada y de foto (5.000Cfa.) para acceder a todo el recinto