Nuevamente me ha
tocado subir al Express. Esta vez salimos con 45min. de retraso, que iría
aumentando progresivamente mientras realizaba las paradas en las diferentes
estaciones, y aunque he visto muy pocas cucarachas, la climatización sigue
siendo exageradamente fría, y los empleados con muy pocas ganas de trabajar. Nada cambia en
esta compañía. Estoy observando una enorme apatía en muchos gaboneses, y más en
las mujeres que supongo que la pesada carga familiar influye enormemente en ellas, a
cualquier hora del día.
Como el tren se
detuvo en Ndjolé a las 7 de la mañana, una hora bastante apropiada considerando
que la hora prevista era las 4, aproveché para bajarme y dirigirme a Lambaréné,
una ciudad bastante peculiar.
Me he quedado en la
Misión de las Hermanas de la Inmaculada Concepción, en isla Lambaréné, un
remanso de paz, amplio y muy limpio, a trescientos metros del puente que cruza
a la otra parte de la ciudad y a quinientos de la Gare (Estación) de
vehículos de transporte público que van a Libreville. También hay varias
compañías de embarcaciones que van a varias ciudades a través del río Ogooué.
Una de ellas es Port Gentil, la rica tierra de los petrodólares (de expatriados y
africanos).
Sin embargo me
comentaron que hay que tramitarlo todo 24h. antes para buscar la embarcación
apropiada y poder comprar el combustible necesario para las horas de
navegación. O hablar con cualquier pescador o canoísta que traslada a vecinos
con mercancía de orilla a orilla para realizar una visita mucho más corta,
aunque esta última opción no me convenció porque esta gente no entiende en
absoluto sobre vida silvestre en los bosques. Y no estoy yo últimamente para
malos entendidos. Es más, muchos de ellos se internan en las islas, lagos o por
los bosques del río a cazar. Poco amor a la naturaleza se les supone.
Por lo tanto, como
tan solo me quedaban cuatro días para concluir el viaje (tres de ellos lo tenía
previsto entre Libreville y la playa) me fue imposible realizar la navegación así
que me centré en pasear por esta ciudad divida en tres (Riviera Derecha,
Riviera Izquierda e isla Lambaréné), por el caudaloso río Ogooué.
Sin duda alguna es la
más limpia y tranquila de las tres. Las otras dos, aunque sucia y algo polvorienta, se puede pasear tranquilamente a través de sus calles que están bien asfaltadas.
Pero esta
"triple ciudad" lleva bastantes días inundándose a consecuencia de
tanta agua que el río lleva debido a la cantidad de lluvia que sigue cayendo.
El nivel está subiendo poco a poco y las casas y calles cercanas a la orilla
están completamente anegadas.
Sin embargo la
electricidad se corta constantemente. Muchos negocios y casas tiran de grupos
eléctricos para tener corriente.
Desgraciadamente, el
regreso a Libreville ha sido lo peor de todo el viaje. Si en su momento me avisaron de
los peligros o del mal estado de ciertas carreteras de Gabón para no viajar por
ellas, la carretera Nacional 1, arteria principal del país para el movimiento
de ciudadanos y mercancías por todo el Sur y Sur-Este, se encuentra en un
estado caótico. No tenía constancia de ello porque nadie me lo había
advertido. Ni siquiera el chófer del clandó se imaginaba lo que nos íbamos a
encontrar. Luego me comentó que no era taxista profesional sino un vecino que quería
aprovechar que iba a Libreville para conseguir pasajeros y ganar algo de
dinero. Normalmente los chóferes esperan sentados en cualquier lugar que un "busca-pasajero"
vaya pregonando el destino mientras llega la gente necesaria para llenarlo y
ganarse así unos francos.
Parece ser que cada
día que pasa, entre las lluvias y los enormes camiones -cargados con mercancías,
contenedores, troncos de árboles-, las guaguas, los todo-terrenos..., se encargan de
deteriorar las carreteras muy rápidamente y que unido a la pésima inversión en adecentarlas
está llevando a la pérdida de movilidad y de calidad de vida de los propios gaboneses.
Pasamos cuatro
controles de carretera y asombrosamente en ninguno nos pidieron identificarnos.
El chófer les decía que llevaba a "su familia" a la capital, y sin
mediar más palabras nos daban vía libre para continuar.
La entrada a
Libreville es muy parecida a casi todas las capitales de esta parte del
continente: del verde del bosque se pasa a las polvorientas y sucias vías
donde los mercados más populares rodean las estaciones importantes de
transporte público, acumulación de basura de todo tipo, incluso humeantes tras prenderles fuego, infinidad de puestos, tiendas, gente cruzando o descendiendo de otros vehículos
que ralentizan y hacen caótico el tráfico....
Como llegamos al
atardecer, exhaustos, y tras una ducha, el corto recorrido que pude hacer fue para pasear las pocas
horas de sol que me quedaban alrededor de la finca que se encuentra en el
bulevar Bessieux, en barrio Mont-Bouet (antiguo barrio de la Gare). Una vez
bien posicionado, es sencillo de encontrar.
Al anochecer, mientras cenaba en uno de los puestos cercanos una copiosa lluvia me hizo
cambiar de plan y regresar pronto al hostal sin poder observar la colorida y ajetreada vida nocturna
capitalina.
La mañana siguiente
fue para pasear entre las calles de Mont-Bouet y barrio Petit París donde se
encuentran algunos mercados callejeros con muchísima animación, bullicio y
color. Caótico como todos.
Días atrás había
telefoneado al hotel Tropicana y reservado una habitación (25.000Cfa./Cama pequeña, baño y climatización. Las otras habitaciones desde
30.000Cfa. cama doble) a 10min. del aeropuerto caminando y a 11Kms. de la
capital, situado en un enclave excepcional de playa de arena dorada, palmeras,
terraza sobre la arena y gente tranquila que suele ir los fines de semana a
disfrutarlo en familia o con amigos.
El viernes, penúltimo
día de viaje, me dirigí en taxi (1.000Cfa.) hasta allí mientras caía una
estrepitosa lluvia que apenas me permitió observar a través de las ventanas el recorrido.
Este hotel-restaurant
de playa es un clásico entre los hoteles de la zona y para los expatriados que
viven o vienen a la capital. También de algunos de los militares que tienen sus
cuarteles alrededor del aeropuerto.
Comer no es caro y la
calidad es bastante buena, tanto del servicio como de los platos del menú que
sirven. Aunque cerca hay otro restaurante algo más económico, las vistas, el
sonido y el olor a mar desde la terraza o las sombrillas de madera y rafia
mientras se bebe o se come es insuperable.
Al lado, un bar más
cutre pero también en primera línea ofrece música y bebidas más económicas.
La playa es bastante
larga y el mar es tranquilo porque se encuentra en el estuario de Libreville,
en una bahía protegida por la larga punta de Port Gentil. Aunque no muy limpia
ya que cuando hace algo de viento la "basura flotante" llega hasta su orilla.
Los días no han
estado muy buenos, ha seguido lloviendo en ocasiones con algunas salidas del sol durante unas pocas horas como para disfrutar del entorno.
Como el avión de
vuelta no salía hasta las 6 de la mañana y debía estar en facturación a las 03:30,
he cogido la habitación por dos noches, aprovechando también para dormir hasta
poco antes de la presentación en el aeropuerto. Un aeropuerto pequeño y muy
moderno, en la misma avenida de la costa donde es muy sencillo coger taxis a cualquier hora
del día o la noche y con cualquier dirección. Solo hay que decirle al taxista a través de
la ventanilla (como se hace en casi todo el país) el precio y lugar que se
quiere ir. Éste, si le interesa, toca el claxon mientras hace un movimiento de cabeza
aceptando, o mira mal y continúa sin más.
Pues éste ha sido el
final del viaje por Gabón. Un viaje con muchísimos contratiempos e imprevistos.
Con historias difíciles de entender pero reconociendo que África es un destino
diferente y duro que hay que saber llevar.
Adaptarse a los
acontecimientos diarios depende sencillamente del nivel de aceptación y
experiencias que queramos tener. La paciencia es el arma principal a tener
presente en cualquier momento, con la seguridad que funcionará casi siempre
obteniendo con ello nuevas aventuras que contar cuando alguien pregunte...
"y África (vale para cualquier país), cómo es?"
Sencillamente, ve y
vívelo como lo viven los africanos. Te sorprenderá!